Cuentan que un día un campesino le pidió a Dios le
permitiera mandar sobre la Naturaleza para que -según él – le rindieran mejor
sus cosechas.
¡Y Dios se lo concedió!
Entonces cuando el campesino quería lluvia ligera
, así
sucedía; cuando pedía sol, éste brillaba en su esplendor; si necesitaba más
agua, llovía más regularmente; etc.
Pero cuando llegó el tiempo de la cosecha, su sorpresa y
estupor fueron grandes porque resultó un total fracaso. Desconcertado y medio
molesto le preguntó a Dios por qué salió así la cosa, si él había puesto los
climas que creyó convenientes.
Pero Dios le contestó – “Tú pediste lo que quisiste, más no
lo que de verdad convenía. Nunca pediste tormentas, y éstas son muy necesarias
para limpiar la siembra, ahuyentar aves y animales que la consuman, y
purificarla de plagas que la destruyan…”-
Por eso hace falta una verdadera tormenta en la vida de una
persona, para hacerla comprender cuánto se ha preocupado por tonterías, por
chubascos pasajeros.
No esperes nunca equivocarte, lo importante es aprender de los errores y seguir siempre adelante.
Fuente original:
http://www.renuevodeplenitud.com/tormentas.html
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